Estudios internacionales colocan a México entre los países más expuestos al estrés hídrico para 2050, debido al cambio climático, el crecimiento poblacional y el uso desigual del recurso. El agua para la agricultura es especialmente crítica: el sector utiliza más del 76 % del agua en nuestro país, pero buena parte se pierde por infraestructuras obsoletas y prácticas ineficientes. Esa pérdida no es un lujo ni un problema remoto: implica menor producción, menos alimentos y menos agua potable disponible para la gente.
Ante esta emergencia, la Presidenta Claudia Sheinbaum ha impulsado una estrategia visionaria: el Programa Nacional de Tecnificación del Campo, liderado por la Conagua. Es, sin duda, una iniciativa sin precedentes. En una sola apuesta, proyecta más de 63 mil millones de pesos de inversión en el sexenio para tecnificar más de 200 mil hectáreas, modernizando distritos de riego en 17 regiones estratégicas y beneficiando a más de 225 mil productores.
Este programa busca lograr dos metas esenciales: el garantizar el derecho humano al agua, priorizando el consumo doméstico sobre otros usos; y producir más alimentos con menos agua, avanzando hacia la soberanía alimentaria con respeto al entorno y al recurso. Se estima que, gracias a estas acciones, se recuperarán 2,800 millones de metros cúbicos de agua, un volumen equivalente a tres veces el suministro diario de la Ciudad de México.
¿Cómo se logra esta eficiencia? El programa combina infraestructura mayor con tecnificación parcelaria: se rehabilitan canales de tierra y presas dañadas, se revisten canales, se instalan compuertas automatizadas y se aplica telemetría. Esto permite reducir pérdidas por evaporación e infiltración, recuperando hasta un 40 % del agua en las corridas del canal, y con riego dirigido hasta 55 % en la parcela.
La visión no sólo es técnica sino profundamente participativa. El programa se realiza en estrecha colaboración con estados, municipios y, sobre todo, con los productores del campo. Además, incluye el apoyo y participación de los ingenieros militares, quienes juegan un papel fundamental en las obras y la puesta en marcha.
Además, el programa atiende zonas clave: distritos de riego en Aguascalientes, Hidalgo (Valle del Mezquital), Chihuahua (Delicias y Valle Juárez), Sinaloa (Mochis y Culiacán), Guanajuato (Alto Río Lerma), Morelia, Tamaulipas, la Laguna, Valle del Yaqui y Río Mayo en Sonora, y Morelos. En esas regiones, donde la presión urbana crece, el agua recuperada servirá también para el abasto de agua potable.
Esta política hídrica es de avanzada a nivel mundial: prioriza el derecho humano, mejora la productividad del campo, involucra a los actores locales, y está alineada con la adaptación al cambio climático. Recuperará agua, fortalecerá el campo, y reforzará la soberanía alimentaria sin sacrificar el abasto doméstico.
Desde el Senado, respaldamos este programa con aciones que fortalezcan su continuidad. Por ello, buscaremos que en la discusión del próximo paquete fiscal 2026, que entregará la Secretaría de Hacienda en 15 días al Congreso de la Unión, se prioricen recursos que aseguren que pequeños y medianos productores, así como comunidades rurales, tengan acceso real a esta modernización.
Tecnificar el campo es una tarea primordial en la construcción de un México con agua y con soberanía alimentaria para todos.