Han pasado siete años desde que el pueblo de México decidió cambiar el rumbo de la historia. Con el inicio de la Cuarta Transformación en diciembre de 2018, comenzó un proceso profundo, pacífico y democrático para construir un país más justo, más libre y con bienestar para todas y todos. Hoy, podemos decir con orgullo que esa transformación no solo sigue en marcha, sino que ha dado resultados concretos y visibles en la vida de millones de personas.
Uno de los logros más contundentes es la reducción histórica de la pobreza. De acuerdo con el INEGI, 13.4 millones de personas han salido de la pobreza entre 2018 y 2024, una cifra sin precedentes en la historia moderna del país. Esta disminución no fue producto del azar, sino de una política pública centrada en el pueblo, con programas sociales que dejaron de ser dádivas y se convirtieron en derechos constitucionales: la pensión para personas adultas mayores, las becas Benito Juárez, el apoyo a personas con discapacidad y programas como Sembrando Vida y Producción para el Bienestar, entre otros.
Este nuevo modelo, basado en el humanismo mexicano, tiene un principio claro: primero los pobres. Porque en una nación profundamente desigual, no puede haber justicia sin redistribución del ingreso, sin dignidad para quienes históricamente fueron ignorados.
Otro de los pilares de esta transformación ha sido la recuperación del poder adquisitivo del salario mínimo. Durante más de tres décadas, los gobiernos neoliberales mantuvieron congelado el salario real, condenando a millones a la precariedad. En estos siete años, el salario mínimo ha aumentado 154 por ciento, recuperando su valor y colocando a México entre los países con mayor incremento salarial real en el mundo. Y el día de ayer, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció que en 2026 habrá un nuevo aumento con una meta clara: que el salario mínimo alcance para 2.5 canastas básicas en el año 2030.
Esto no solo es justicia laboral, es visión de futuro. Un país no puede crecer si su gente no puede vivir con dignidad. Por eso, la Cuarta Transformación ha buscado combinar estabilidad económica con justicia social. Sin aumentar impuestos, sin endeudar irresponsablemente al país, se ha logrado mantener la deuda pública estable como porcentaje del PIB, controlar la inflación y atraer inversión extranjera récord.
Además, se han rescatado industrias estratégicas, como la eléctrica y la petrolera, fortaleciendo a la CFE y a PEMEX como pilares de la soberanía energética nacional. Porque no hay independencia posible si la electricidad y el combustible de las y los mexicanos dependen del mercado extranjero. Hoy, gracias a una política energética soberana, México es más fuerte y menos vulnerable ante crisis globales.
Por otro lado, durante décadas, el sureste del país fue tratado como un territorio periférico, ajeno al desarrollo y olvidado por las grandes inversiones. Eso cambió con la Cuarta Transformación. Hoy, gracias a la visión de Estado del ex presidente López Obrador y su continuidad con la presidenta Claudia Sheinbaum, el sur-sureste ya es parte del desarrollo nacional. Obras estratégicas como el Tren Maya, el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, y sus interconexión con Guatemala, abrirá una nueva puerta para el intercambio comercial con Asia, Europa y con Centroamérica, son muestra clara de una política que ahora sí mira hacia el sur. A esto se suma la Refinería Olmeca en Dos Bocas, símbolo de soberanía energética y rescate de la industria petrolera nacional. Estas obras no solo conectan regiones, también integran pueblos, impulsan economías locales y corrigen décadas de abandono. Hoy, el sureste mexicano tiene futuro.
La transformación también ha sido política. Se separó el poder económico del poder político, se gobierna sin corrupción y sin privilegios, se acabaron los moches y los abusos. La austeridad republicana no es discurso, es práctica cotidiana. Se gobierna con el ejemplo.
Desde el Senado de la República continuaremos trabajando para profundizar los logros, corregir lo que aún falta y seguir gobernando con el pueblo y para el pueblo. Nuestra visión es un país donde el poder ya no sirve a unos cuantos, sino a todos; donde los derechos sociales están garantizados por ley y no dependen de coyunturas; donde el salario alcanza para vivir con dignidad y la pobreza no es una condena, sino una injusticia que se corrige. Un México con una economía sólida, una política energética soberana, infraestructura en todas las regiones y bienestar para todas las generaciones.
Con la visión científica, progresista y profundamente humana de la Presidenta Claudia Sheinbaum, nuestro país avanza hacia una nación de derechos, de futuro y de igualdad real.











