El Caso Negreira ha entrado en una fase de hostilidad legal que podría cambiar la historia de las relaciones institucionales en España. Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, ha manifestado su intención de demandar formalmente al FC Barcelona por daños deportivos, económicos y reputacionales. El club blanco busca una indemnización multimillonaria, argumentando que los pagos a Enríquez Negreira alteraron la competición y afectaron directamente los intereses y el prestigio de la entidad madridista durante casi dos décadas.
Las recientes declaraciones de exentrenadores como Luis Enrique y Ernesto Valverde ante la justicia han mantenido el tema en la primera plana, pero es la postura del Madrid la que ha elevado la tensión. Florentino ha sido tajante al señalar que el pago de 28 millones de euros a un directivo arbitral en funciones es una irregularidad que no puede quedar impune. Para el Madrid, no se trata solo de ética, sino de un perjuicio cuantificable en títulos y contratos de patrocinio que se habrían perdido por una supuesta falta de limpieza.
Por su parte, el Barcelona se defiende atacando. Desde el entorno culé se insiste en que los pagos eran por asesorías técnicas y que el club ha sido históricamente perjudicado, utilizando reportajes como el de Mundo Deportivo para evidenciar errores en contra. Para los directivos blaugranas, la ofensiva de Florentino es una cortina de humo para ocultar que el Madrid es el equipo que más influencia ejerce sobre el estamento arbitral en la actualidad, especialmente a través de sus canales oficiales de televisión.
La paradoja del VAR añade más leña al fuego. Mientras el proceso judicial avanza, los informes que sitúan al Barcelona como beneficiado por la tecnología y al Madrid como el más perjudicado alimentan la sensación de agravio en la capital. Esta «guerra de despachos» ha provocado que la relación entre ambos clubes esté totalmente rota, afectando incluso proyectos comunes como la Superliga, donde antes caminaban de la mano y ahora se miran con recelo y amenazas legales.
El desenlace de esta historia parece lejano, pero las consecuencias ya son visibles. La demanda que planea el Real Madrid no tiene precedentes por su magnitud y por lo que implica: un club acusando formalmente a su máximo rival de corrupción deportiva ante los tribunales. Mientras la justicia decide, el fútbol español se desangra en una batalla de desprestigio mutuo que amenaza con manchar para siempre los años dorados de su rivalidad más icónica.





