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En octubre de 1993, el mundo del baloncesto quedó paralizado. Michael Jordan, el jugador más dominante de su generación y figura absoluta de los Chicago Bulls, anunciaba su retiro de la NBA con apenas 30 años. Hoy, a 32 años de aquel momento histórico, su decisión sigue siendo uno de los episodios más impactantes en la historia del deporte. El hombre que lo había ganado todo —tres títulos consecutivos, múltiples premios MVP y fama mundial— sorprendía al mundo diciendo que había perdido el deseo de seguir jugando.

La conferencia de prensa en el Berto Center quedó grabada en la memoria colectiva. Jordan, acompañado por su familia, su entrenador Phil Jackson y el comisionado David Stern, explicó con serenidad que necesitaba alejarse del juego. La noticia causó conmoción en todos los rincones del planeta. En un deporte que él había elevado a otro nivel, la ausencia del número 23 se sentía imposible de imaginar.

Detrás del ídolo había un hombre agotado. Jordan enfrentaba un escrutinio mediático asfixiante y rumores sobre su afición a las apuestas. A esto se sumó la tragedia personal más grande de su vida: el asesinato de su padre, James Jordan, en julio de 1993. Su muerte marcó profundamente al astro, que perdió no solo a su figura paterna, sino también a su confidente y consejero más cercano.

La combinación de dolor personal, presión mediática y rumores dio origen a múltiples teorías sobre su retiro. Algunos aseguraron que la NBA lo había suspendido secretamente por sus problemas con el juego, aunque el comisionado Stern lo negó categóricamente. Sin embargo, las especulaciones persistieron, especialmente después de que Jordan decidiera dedicarse al béisbol, deporte que practicaba en honor a su padre.

“No es porque no ame el juego”, dijo aquel día Jordan, dejando la puerta entreabierta para un eventual regreso. Y así fue: dos años después, volvió a vestir la camiseta de los Bulls para conquistar otros tres campeonatos. Pero aquel octubre de 1993 sigue siendo el símbolo del momento en que el más grande decidió, por un instante, dejar de volar.