La noche de ayer en Atlanta tuvo un final inesperado cuando el safety Morice Norris, de los Detroit Lions, sufrió una fuerte lesión en pleno partido de pretemporada ante los Falcons. El impacto ocurrió en el último cuarto, cuando intentó detener al corredor Nathan Carter, provocando un movimiento brusco en su cuello. Norris recibió atención durante 20 minutos en el campo antes de ser trasladado en ambulancia al Hospital Grady Memorial.
Los Lions confirmaron que Norris se encuentra estable y conserva movilidad en todas sus extremidades, permaneciendo en observación acompañado por su madre. El entrenador Dan Campbell solicitó oraciones por su jugador, mientras que Raheem Morris, coach de los Falcons, coincidió en que lo mejor era no continuar con el encuentro.
Con marcador 17-10 a favor de Detroit y 6:31 en el reloj, el árbitro anunció la suspensión “por decisión de Nueva York”. Los jugadores, visiblemente afectados, permanecieron en las líneas sin intención de reanudar la acción. “No creo que nadie quisiera seguir jugando”, expresó el mariscal Kyle Allen.
Este episodio se suma a antecedentes similares en la pretemporada pasada, cuando lesiones a Isaiah Bolden y Daewood Davis obligaron a suspender partidos. En ambos casos, los jugadores fueron dados de alta al día siguiente, aunque las imágenes dejaron huella en la memoria de los aficionados.
El caso de Norris vuelve a poner sobre la mesa la dureza del fútbol americano y la fraternidad que une a los atletas más allá de los colores. En un deporte donde el riesgo está siempre presente, las decisiones colectivas priorizando la salud marcan la diferencia.