Teddy Bridgewater, ex quarterback de la NFL y entrenador en la preparatoria Miami Northwestern, ha sido suspendido por brindar transporte en Uber y comidas a sus jugadores. Una medida que ha desatado críticas, pues lo que algunos llaman “beneficios inadmisibles” otros lo ven como actos de solidaridad ante la falta de recursos en comunidades escolares.
La realidad es cruda: muchos atletas jóvenes no pueden asistir a entrenamientos simplemente por no contar con un transporte seguro. Bridgewater, consciente de ello, decidió actuar. En lugar de verlos marginados, les abrió una vía para participar, desarrollarse y encontrar un propósito más allá de las aulas y los problemas cotidianos.
Su propia trayectoria como jugador le permitió ver el valor del deporte como herramienta de transformación. Lo que hizo fue igualar oportunidades, no generar ventajas. En comunidades donde las oportunidades son escasas, llevar a un joven al entrenamiento puede ser el primer paso hacia una beca o una vida diferente.
Penalizar a Bridgewater es mandar un mensaje equivocado: que ayudar está mal. La Asociación Atlética de Escuelas Secundarias de Florida debería reconsiderar si su normativa está sirviendo al bienestar de los estudiantes o actuando como barrera. No se trata solo de cumplir reglas, sino de formar personas.
En lugar de condenar la empatía, el sistema educativo y deportivo debería reforzarla. No hay juego limpio si no hay igualdad de condiciones, y eso empieza por derribar obstáculos, no castigar a quienes intentan eliminarlos.