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Participar en el Mundial de México, Estados Unidos y Canadá será el negocio más lucrativo en la historia de las federaciones nacionales. Desde el pitazo inicial, cada equipo tiene garantizado un piso de 10.5 millones de dólares: 1.5 para viáticos de preparación y 9 millones fijos por su posición en la tabla general, incluso si quedan eliminados en la primera ronda.

El gran atractivo de esta edición es la inclusión de la fase de dieciseisavos de final. Al haber más partidos de eliminación directa, los premios se han ajustado para recompensar la supervivencia en el torneo. Quien logre avanzar de la fase de grupos verá su cuenta bancaria crecer hasta los 11 millones de dólares, una cifra base que motiva a las naciones.

Para los equipos que logren meterse entre los 16 mejores del planeta (octavos de final), la recompensa subirá a 15 millones. Si la hazaña continúa hasta los cuartos de final, el premio escala a los 19 millones. Estas cifras representan un aumento constante de aproximadamente 2 millones de dólares por fase en comparación con los montos entregados en Qatar.

En la recta final, el dinero fluye con mayor intensidad. El cuarto puesto del certamen obtendrá 27 millones, mientras que la medalla de bronce se traduce en 29 millones de dólares. El segundo lugar no se queda atrás, asegurando 33 millones para su federación, preparando el escenario para el premio gordo del torneo.

El clímax financiero llega con el trofeo: el campeón del mundo se llevará una bolsa de 50 millones de dólares. Comparado con los 42 millones entregados en 2022, queda claro que la FIFA está utilizando el mercado norteamericano para potenciar los ingresos de las selecciones participantes a niveles nunca antes vistos.