Carlos Alcaraz ha decidido tomar las riendas de su futuro profesional introduciendo cambios drásticos en su equipo técnico. La salida de Juan Carlos Ferrero marca el inicio de una estructura adaptada a las nuevas necesidades del tenista, quien busca un equilibrio entre su rendimiento de élite y su bienestar personal. Samu López, quien ya conoce los entresijos del equipo, será el encargado de liderar este ambicioso proyecto deportivo.
La clave de este movimiento reside en la búsqueda de «ideas frescas». El entorno del número uno del mundo consideró que la relación con Ferrero había llegado a un punto de agotamiento conceptual. Diferencias en la gestión del calendario y en el planteamiento de los retos futuros empezaron a pesar más que los 24 títulos obtenidos juntos, forzando una renovación necesaria para mantener la progresión del murciano.
Uno de los puntos más sensibles en la ruptura fue la logística de entrenamiento. Alcaraz planteó la necesidad de priorizar Murcia como su centro neurálgico para mantenerse conectado con sus raíces. Esta visión contrastó con el método de Ferrero, quien consideraba vital un ambiente de entrenamiento más controlado y estrictamente competitivo. Esta falta de convergencia fue el punto de inflexión definitivo para la toma de decisiones.
En el plano emocional, la despedida ha sido agridulce. Ferrero dejó la puerta abierta a futuros reencuentros, convencido de que los buenos vínculos siempre vuelven a cruzarse. Por su parte, Alcaraz enfatizó que Ferrero no solo formó a un deportista, sino a una persona, valorando los siete años de aprendizaje constante que lo posicionaron como una leyenda activa del tenis.
El estreno oficial de esta nueva sociedad técnica será en el Abierto de Australia 2026. Alcaraz llega con la misión de conquistar el único grande que falta en sus vitrinas. La apuesta por Samu López no es una solución de emergencia, sino una evolución meditada para asegurar que el tenista mantenga la ambición y la regularidad necesarias para seguir haciendo historia.









