A pesar de la cantidad de fierros calientes que hay en el país y al margen de filias y fobias políticas debe reconocerse que el presidente López Obrador tiene el olfato político intacto y es uno de los personajes de la historia política del país que mas le sabe a este milenario oficio. La básica y efectiva declaración de hoy en la que invita a los mexicanos en EUA a no votar por candidatos que hablen mal de México pudiera parecer una grosera intromisión en las elecciones del país vecino y será sin duda fuertemente criticada en el círculo rojo de la clase política de allá y de acá, lo que por cierto al presidente no le importa, pero en el fondo tiene claramente otro propósito. Y es que quien en su sano juicio puede estar en contra de la declaración de AMLO de no votar por alguien que hable mal de México, ciertamente nadie. Con este llamado el presidente genera de manera inmediata un reforzamiento de su público y hasta diríamos que un consenso general, poniendo entre la espada y la pared a sus detractores porque, quien lo contradiga, será tachado el dia de mañana de antimexicano, en un momento crítico para su administración por la crisis de inseguridad y los señalamientos de presunto financiamiento ilegal en su campaña de 2006, además de que abre a tiempo, pensado en la lógica electoral, una muy efectiva e interminable veta basada en el nacionalismo dirigida a quien verdaderamente le importa, el pueblo que vota.

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