Edwin Díaz no solo llegó a Los Ángeles como una firma de impacto para los Dodgers, sino como un reflejo de su propia mentalidad competitiva. El cerrador puertorriqueño optó por aceptar el reto de la franquicia, priorizando un escenario de alta competencia por encima de la comodidad que le ofrecían otras alternativas del mercado. Díaz dejó a los Mets después de siete años por un contrato de tres temporadas y 69 millones de dólares con los bicampeones defensores de la Serie Mundial, que tienen una plantilla multimillonaria.
Desde la perspectiva del club, la firma es estratégica: la llegada de Díaz redefine las jerarquías internas y es una clara señal de su plan para la temporada 2026. Andrew Friedman, presidente de operaciones de béisbol, subrayó que el perfil del relevista encaja con la cultura del equipo, gracias a su demostrada competitividad y su disposición para lanzar «cuando el juego está en la línea».

Un factor determinante en la negociación fue la experiencia personal. El hermano de Edwin, Alexis Díaz, había pasado por el sistema de los Dodgers y le compartió una opinión muy positiva sobre el trabajo interno del club, especialmente en el desarrollo de lanzadores. Esta referencia cercana hizo que la decisión de mudarse y asumir un nuevo contexto fuera más sencilla para Edwin Díaz.
El cambio de equipo también implicó un cambio simbólico de dorsal. Díaz dejará de usar el número 39, que está retirado en honor a Roy Campanella en los Dodgers, y vestirá el número 3. Esta elección está ligada a su entorno familiar y simboliza un nuevo comienzo en una organización con expectativas inmediatas de campeonato.
Con una efectividad de 2.82 y más de 800 ponches en su carrera, Díaz es visto como la pieza faltante para estabilizar el bullpen. La directiva confía en que su presencia no será una incorporación aislada, sino que funcionará como un ancla para elevar el rendimiento colectivo y convertir el relevo en una ventaja estructural.








