Lo que comenzó como una oportunidad dorada terminó en una batalla legal. En 2022, Álex Palou firmó con McLaren un acuerdo que lo vinculaba como piloto de pruebas y futuro titular en Fórmula 1, tras un año en IndyCar con la escudería. Sin cantera de desarrollo y con un Daniel Ricciardo en declive, el plan parecía encajar perfectamente para ambas partes.
Pero el fichaje de Oscar Piastri en el verano de ese mismo año cambió el tablero. El joven australiano, liberado de Alpine por un error contractual, fue fichado por McLaren como piloto principal para 2023, desplazando así las aspiraciones de Palou. La desconfianza se convirtió en ruptura cuando el español comprendió que su salto a la F1 nunca llegaría.
Palou optó por seguir en Chip Ganassi Racing, rompiendo unilateralmente su contrato con McLaren. La decisión provocó la ira de Zak Brown, quien presentó una demanda millonaria argumentando daños económicos y pérdida de patrocinadores. El monto solicitado supera los 20 millones de dólares, aunque los abogados del piloto consideran exageradas las cifras.
El caso se dirime actualmente en los tribunales londinenses, con fuertes enfrentamientos verbales entre las partes. Brown acusa al entorno de Palou de actuar de mala fe, mientras el español asegura haber sido engañado con falsas promesas de ascenso. Los observadores prevén que la sentencia le será desfavorable, pero con indemnizaciones menores a las exigidas por McLaren.
Más allá de la cifra final, el conflicto expone la delgada línea entre los sueños deportivos y la realidad contractual. Palou, pese a la polémica, continúa forjando su legado en la IndyCar, mientras McLaren intenta recomponer su imagen en medio de un proceso que ha revelado la dureza de la gestión moderna del automovilismo.