¡Nos estamos muriendo de hambre!, gritaban los jornaleros a un sonriente funcionario del último gobierno panista en Baja California.
—¡Yo también tengo hambre, llevo dos días sin comer! —les respondió al borde de la carcajada el subsecretario general de Gobierno de Baja California.
—¿Te estás burlando o qué pedo? —retumbó en la asamblea, y el rostro del funcionario empezó a palidecer y a expresar su nerviosismo; sus ojos, su cuerpo, buscaban la salida mientras era vapuleado verbal y físicamente por los jornaleros enardecidos.
Con este talante, el gobierno “kikista” enfrentó la rebelión de los que nacieron sin suerte; de los que prefirieron llevar una vida de animal de carga antes que delinquir y sacar su frustración violentando a otros; de los eternamente pacíficos; de los indígenas de un país racista; de los desechables que se hartaron de ser eso y de trabajar para tardíos señores feudales.
¿Por qué la arrogancia? ¿Pensaron que su mansedumbre y su miseria los llevaría al jornal en cuanto la tripa les apretara? O más grave aún, ¿no veían ninguna explotación en el valle de San Quintín? Si es así, ¿cómo no verla?, si es tan evidente. ¿No hicieron campaña? ¿No les pidieron el voto también a ellos? ¿O creen que sin el dinero que les aportaron ilegalmente los rancheros y agricultores no hubiesen podido ganar?
¿Ven a los jornaleros como bestias y no como seres humanos? ¿Creen que no merecen nada? Ni seguro social, ni Infonavit, ni ahorro para el retiro, ni un salario equiparable con el trabajo que realizan, ni escuelas dignas para sus hijos, ni agua o luz para sus miserables casas, ni respeto para sus mujeres. ¿Por qué permiten abusivas jornadas de 12 horas; que se les obligue a trabajar siete días a la semana; que no se paguen horas extras; que se contraten y exploten a niños y niñas que deberían estar estudiando o jugando?
Si el prianismo no fuera clasista, racista, frívolo, ignorante, si no se asumieran de una casta superior, si no tuvieran la estúpida convicción de que el pobre es pobre por tonto o flojo y no porque seres humanos como ellos evitan o entorpecen su desarrollo, si no estuvieran tan orgullosos de su dinero y su ignorancia, la solución sería más sencilla.
Poner por encima de los negocios de los amigos la dignidad y los derechos humanos de los jornaleros. Pero a todo tirano le llega su hora, y el prianismo ha sido desterrado de toda B.C. Hoy tenemos una presidenta consciente de esta situación de abuso, quien elaboró un censo de problemáticas sociales en el valle de San Quintín. La presidenta Sheinbaum toma cartas en el asunto que nos sorprenderán pronto a todos.