La noche en el MGM Grand Garden Arena fue testigo del adiós definitivo de Dustin Poirier a la UFC. En una pelea cargada de emoción y violencia, el peleador de Louisiana dijo adiós tras 15 años de carrera, dejando sus guantes en el centro del octágono luego de perder por decisión unánime ante Max Holloway.
La contienda fue intensa de principio a fin. Holloway dominó el primer round con una ofensiva implacable que casi termina en nocaut. Sin embargo, Poirier no se quedó atrás: respondió con determinación, derribó al hawaiano e intentó finalizarlo por sumisión en el segundo asalto.
Lejos de administrar energía, ambos gladiadores acordaron una batalla a puro golpe. Durante el tercer y cuarto asalto, el público presenció una guerra abierta, con cada impacto cargado de historia y simbolismo.
El quinto round fue una carta de amor al deporte. En un gesto de respeto, Holloway bajó la guardia en los últimos 10 segundos y ambos soltaron ráfagas de puños, tal como el campeón lo hiciera antes ante Gaethje. Fue una escena poética, brutal y honesta.
Dustin Poirier se fue aplaudido, admirado y abrazado por su familia. Su legado queda intacto: un guerrero sin máscaras, ejemplo de tenacidad y pasión, que encontró en el octágono el escenario perfecto para contar su historia.