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La selección de Uzbekistán ha roto por fin el hechizo: en su octavo intento, logró la clasificación a la Copa del Mundo 2026. Con un empate 0‑0 ante Emiratos Árabes Unidos en Abu Dabi, sellaron su pase como segundo del Grupo A. Este resultado, crucial y tan justo como simbólico, marca la llegada de Uzbekistán al escenario global, una meta que parecía esquiva tras años de fracasos en rondas eliminatorias.


Detrás del resultado se alza un entramado defensivo sólido. El héroe del empate fue el portero Utkir Yusupov, quien desbarató tres oportunidades claras en la segunda mitad, convirtiéndose en el muro que sostuvo la esperanza nacional. Su actuación refleja no solo calidad, sino también una mentalidad aguerrida que fue construida cuidadosamente por el cuerpo técnico.


Desde enero tomó las riendas del equipo Timur Kapadze. Exjugador elegido por su profundo conocimiento de la cantera, ha imbuido disciplina defensiva y cohesión colectiva. Este triunfo no es obra de la casualidad: responde a una estrategia de fondo, basada en desarrollo juvenil e inversión sostenida en divisiones inferiores, que ya arroja frutos con talentos emergentes como Abdukodir Khusanov (Manchester City) y Abbosbek Fayzullaev.


Con este logro, Uzbekistán deja atrás la etiqueta que lo acompañaba: el equipo que “siempre se quedaba a las puertas”. Ahora, con su primer Mundial confirmado, entra en una nueva fase de madurez deportiva. La combinación de portería segura, joven talento internacional y dirección técnica local crea expectativas de un futuro prometedor, tanto en Asia como en la cita futbolística más grande del planeta. Será interesante ver si este impulso se traduce en resultados sólidos dentro del torneo.