El regreso de los Washington Commanders al Distrito de Columbia marca el cierre de una etapa de casi tres décadas de ausencia. Desde 1997, el equipo jugaba en Landover, Maryland, pero el viejo y limitado estadio ya no era viable. Ahora, el equipo volverá a su antiguo hogar, el campus RFK, donde vivió sus mayores glorias y ganó tres Super Bowls.
El proyecto no solo contempla un nuevo estadio cubierto con capacidad para 65,000 personas, sino una transformación integral del área de 180 acres. Se prevé la construcción de entre 5,000 y 6,000 viviendas (30% asequibles), así como parques, comercios, hoteles y zonas de entretenimiento.
La inversión mínima comprometida por los Commanders será de 2,700 millones de dólares, con una valoración total del proyecto cercana a los 4,000 millones. Esta será la mayor inversión privada en la historia de Washington D.C. El distrito aportará alrededor de 1,100 millones, pero espera recuperar esa suma con ingresos futuros generados por el desarrollo.
La alcaldesa Muriel Bowser destacó que la llegada del equipo representa no solo un impulso deportivo, sino económico y social. Su visión incluye traer de regreso grandes eventos como el Super Bowl y el Final Four, con una infraestructura moderna que beneficie a la comunidad en general.
Este paso se logró gracias al control de los terrenos concedido por el Congreso y al liderazgo del propietario Josh Harris, quien ha expresado su vínculo emocional con el antiguo RFK Stadium. Para los fanáticos, este regreso simboliza algo más que fútbol: es la recuperación de un símbolo capitalino.