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En una ceremonia solemne y privada en la Basílica de San Pedro, fue sellado el féretro del Papa Francisco con una antigua ceremonia cargada de simbolismo y oración.

El maestro de ceremonias colocó un velo de seda blanca sobre su rostro para después rociar el cuerpo con agua bendita mientras los presentes oraban.

Dentro de la caja se introdujo una bolsa con algunas monedas y medallas acuñadas durante el pontificado y un tubo metálico con el acta o “rogito”, sellado y lacrado, que recoge para la posteridad los hechos más relevantes de su vida y pontificado.

A continuación, se colocó la tapa de zinc del ataúd, sobre la cual se encuentran la cruz, el escudo del Papa muerto y la placa con su nombre, la duración de su vida y su papado.

Finalmente, fue cerrado el féretro de madera, cuya tapa tiene la cruz y el escudo del Papa Francisco, quien fue el pontífice número 266.

La ceremonia fue presidida por el cardenal camarlengo, Kevin Joseph Farrell. El rito duró una hora y en él participaron también algunos de los familiares de Jorge Mario Bergoglio, así como autoridades de la Curia y vaticanas.