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El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud marcó un punto de inflexión en la lucha contra el Covid-19.

Ese día, su director general, Tedros Adhanom, anunció que la propagación del nuevo coronavirus había alcanzado niveles preocupantes, lo que llevó a la organización a calificar oficialmente la enfermedad como una pandemia. 

La palabra «pandemia» fue el catalizador que obligó a los gobiernos a actuar. Para muchos, la declaración llegó tarde.

Menos de 5 mil personas habían muerto en todo el mundo en ese momento, pero en los meses siguientes habría un aumento alarmante en las cifras de contagios y decesos.

En marzo de 2020 se  implementó un confinamiento global, cierres de fronteras y las alteraciones en la economía mundial fueron severas.

Cinco años después, las consecuencias son devastadoras. Millones de muertes, hospitales desbordados y un colapso económico mundial reflejan la magnitud de la crisis.

Mirando hacia el futuro, la OMS asegura que una próxima pandemia es inevitable. Desde diciembre de 2021, la organización trabaja en un acuerdo internacional obligatorio para la prevención y preparación ante futuras crisis sanitarias.

Aunque las negociaciones son complejas, se espera que en la Asamblea Mundial de la Salud de mayo de 2025 se logren acuerdos concretos que puedan evitar que los errores del pasado se repitan. El mundo ya sabe que la próxima crisis es cuestión de tiempo.